Arquine 77
The Fall 2016 issue of Arquine includes an essay by Iker Gil titled “Marina City: 50 años de un hito arquitectónico.”
Issue No 77 of Arquine focuses on concrete. Other contributors to the issue include SCOB arquitectura y paisaje, Adamo-Faiden, Fernanda Canales, Ambrosi | Etchegaray, Cecilia Puga, Smiljan Radic, Teodoro González de León + Antonio Rodríguez | Moneo Brock Studio, ARX Portugal, Foster + Partners, Beatriz Colomina, Lake Verea, Escobedo Soliz, Iñaki Carnicero, Iñaki Bonillas, Juan Villoro, and Hans Kabsch Vela + Raúl Monterroso
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You can find Iker’s essay in Spanish below.
Marina City: 50 años de un hito arquitectónico
Dentro la prolífica y fascinante carrera del arquitecto Bertrand Goldberg (1913-1997), hay un proyecto que sobresale sobre todos los demás: Marina City (1959-1967). Antes de Marina City Goldberg construyó, entre otras cosas, casas prefabricadas a finales de los años 30, baños y laboratorios modulares en los años 40, y sus primeros edificios de viviendas plurifamiliares a inicios de los años 50. Después de Marina City continuó realizando muchos más proyectos: complejos residenciales como River City, vivienda pública como Raymond Hilliard Homes y, sobre todo, edificios académicos y muchos hospitales como el recientemente desaparecido Prentice Women’s Hospital en Chicago. Pero es Marina City el proyecto que sintetiza muchas de sus ideas: definición de soluciones únicas para cada proyecto, innovación en materiales y sistemas constructivos, exploración de una variedad de programas, y un profundo interés en aspectos sociales.
En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, muchos estadounidenses (principalmente blancos de clase media) abandonaron las ciudades para vivir en los suburbios, todo ello alentado por leyes y políticas del gobierno, y facilitado además por el nuevo sistema de autopistas aprobado en el año 1956 por el presidente Dwight D. Eisenhower. Contrario a esta tendencia, Bertrand Goldberg creía firmemente en el potencial de las ciudades, en su valor como centros económicos y culturales, en ser un espacio donde poder vivir y trabajar, y en donde ir a un museo o a un concierto fuera tan fácil como ir al supermercado de al lado de casa.
En 1959, le llega el encargo inicial de construir la sede de oficinas para la agrupación de porteros de Chicago. Golberg pensó que se podía hacer algo más con el proyecto y consiguió convencer al presidente de la agrupación, William McFetridge, para que además de oficinas utilizarán el dinero para construir viviendas y así conseguir que sus miembros pudieran vivir y trabajar en la ciudad. Saliéndose con la suya, el proyecto, con un coste de 36 millones de dólares de la época, se financió por cuatro agrupaciones de trabajadores proporcionando vivienda de alquiler asequible en el centro de la ciudad.
Ocupando 1.2 hectáreas, el complejo de Marina City se genera a partir de una plaza sobre la que se construyen cinco edificios interrelacionados: dos torres residenciales circulares de 60 plantas; un edificio de oficinas de 16 plantas (actualmente un hotel); un teatro (hoy en día una sala de conciertos y restaurante); y una base comercial que incluye restaurantes, tintorería, supermercado, bolera, gimnasio e incluso una pista de hielo (ya desaparecida) y bajo la que se encuentra una marina para los barcos que da el nombre a todo el proyecto. En conjunto es, por lo tanto, una “ciudad dentro de una ciudad” en la que cada uso complementa a los otros, consiguiendo que el complejo esté activo las 24 horas del día, una propuesta innovadora en aquella época. Es una visión tanto social como pragmática, ya que era la única forma de conseguir que el proyecto funcionara económicamente.
Cada una de las dos torres residenciales, sin duda el elemento más identificativo de todo el complejo, se construyen a partir de un núcleo estructural central (que además incluye las escaleras y cinco ascensores) de algo más de 10 metros de diámetro con una altura de 180 metros. Durante su construcción, las torres crecieron al impresionante ritmo de una planta por día convirtiéndose, una vez finalizadas, en las torres de apartamentos más altas del mundo así como en el edificio de hormigón armado más alto del mundo. Todo un hito constructivo del que fueron testigos los ciudadanos de Chicago, cuya curiosidad crecía a la vez que tomaban forma unos edificios con una estética tan peculiar.
Las 19 primeras plantas de cada torres se dedican al aparcamiento con una capacidad para 500 coches (y con papel importante en la última película de Steve McQueen, The Hunter); la planta 20 es la zona comunitaria en la que se encuentra la lavandería, el almacén para cada apartamento, el gimnasio y sala de reuniones; y entre la planta 21 y la 60 se distribuyen los 448 apartamentos de cada torre, 896 en total. A pesar del gran número de apartamentos, únicamente existen tres tipologías: estudios (30% del edificio), apartamentos de una habitación (60% del edificio), y apartamentos de dos habitaciones (10% del edificio). En la cubierta encontramos lo que Goldberg denominó el “observatorio”, un espacio ininterrumpido y al aire libre para el uso y disfrute de todos los residentes.
En cuanto a los apartamentos con su característica forma de cuña, la parte funcional de la vivienda (armarios, baños y cocina) se sitúa en la zona más estrecha mientras que las zonas más amplias y acristaladas se dedican al salón y al dormitorio, cada uno de ellos conectados a un amplio balcón semicircular. Es en los balcones donde la escala de la ciudad y la escala doméstica se encuentran, creando uno de los espacios más especiales del edificio.
A lo largo de los años, se ha ido creando una comunidad de residentes muy diversa, que incluye desde los residentes originales que se mudaron a finales de 1962 a arquitectos, estudiantes, azafatas de vuelo, y profesionales de todo tipo que trabajan en oficinas en Chicago. Para capturar esta diversidad y habiendo vivido varios años en el edificio, en el año 2008 le propongo al fotógrafo Andreas E.G. Larsson documentar a esta comunidad y, de alguna forma, hacer un tributo a la arquitectura visionaria de Bertrand Goldberg. Por una parte se trata de proporcionar una oportunidad inédita para el público en general de descubrir el interior de unos de los edificios más reconocibles de la ciudad y, por otra, explorar la relación entre la tipología rígida y uniforme de apartamentos y el desarrollo informal y gradual de sus interiores. En contraste con la fotografía arquitectónica de espacios vacíos, el proyecto deja que sean los propios residentes los que “hablen” de sus apartamentos, mostrando los interiores de sus casas y su visión personal del edificio.
El proyecto se expuso por primera vez en el Art Institute de Chicago como una exposición independiente pero que se solapaba en su duración con la gran retrospectiva dedicada a la obra de Bertrand Goldberg. Nuestra exposición era visión paralela, más personal y que se acercaba a su proyecto más importante a través de sus residentes. Un momento especial que compartimos con todos los residentes que fotografiamos y en el que pudieron ver por primera vez sus retratos. Tras esa primera exposición en Chicago, el proyecto se expuso en la galería pinkcomma de Boston, la galería WUHO de Los Ángeles, y la galería Storrs de la Facultad de Arte y Arquitectura de la Universidad de Carolina del Norte.
Hace ya más de 50 años desde que los primeros residentes se mudaron a Marina City. En estas cinco décadas muchas cosas han cambiado y han acabado dando la razón a Goldberg: hay más interés que nunca en vivir en el centro de la ciudad, el río de Chicago ha pasado de ser considerado como una cloaca a convertirse en unos de los espacios cívicos más importantes, y los edificios de usos mixtos se han convertido en algo deseado. Finalmente reconocido oficialmente como patrimonio arquitectónico de Chicago por el ayuntamiento este pasado febrero, Marina City continúa demostrando su vigencia, confirmando que se pueden realizar grandes proyectos arquitectónicos sin dar la espalda a la sociedad y la ciudad en la que se construyen. Un proyecto que Bertrand Goldberg consideraba revolucionario únicamente porque daba una solución a los problemas existentes.
Type: Essay
Magazine: Arquine
Issue: No 77 Fall 2016
Year: 2016
Status: Published